
¿En qué situaciones justifica una pelea?
La situación es de todos conocida: salimos de bares, con los amigos o con nuestra chica, y todo va muy bien hasta que aparece ese cretino que parece haber en todas las noches de fiesta del mundo. Y por sus acciones, las cosas pronto toman otro cariz, y la pelea parece inevitable.
La justificación más plausible de la violencia es cuando se perpetra a cambio de otra violencia. Si una persona te golpea en la cara y parece tener intenciones de seguir haciéndolo, puede parecer justificado tratar de responder a la violencia física.
Es importante notar que la violencia puede presentarse en diferentes formas, incluyendo la violencia psicológica y la violencia verbal. En su forma más leve, el argumento a favor de la violencia como defensa propia afirma que a la violencia de algún tipo, una respuesta igualmente violenta puede estar justificada. Así, por ejemplo, a un puñetazo puede ser legítimo responder con un puñetazo; sin embargo, al acoso (una forma de violencia psicológica, verbal e institucional), no está justificado responder con un puñetazo (una forma de violencia física).
Algo dentro de ti te dice: si quieres rendirte, no lo hagas
Antes de que te manches los puños (y puedas sufrir desde consecuencias físicas y legales), conviene que medites acerca de en qué casos una pelea está justificada.
La moralidad de los puño
Desde siempre, los puños se han visto como la solución más ajustada para esos casos en los que va involucrado el honor personal o de la persona amada. En un grado extenso, la justificación para la violencia se extiende a otras formas del honor como el deporte o las opiniones políticas. Desde ciertos sectores, la violencia se justifica desde esto que podríamos llamar “la moralidad de los puños”.
Nosotros no somos quién para decirte en qué casos debes o no usar los puños. Sin embargo, si que podemos decirte cómo saber si debes o no usar los puños en una situación determinada.
No es una respuesta tan sencilla como cómo aliviar la reseca.
Antes de irte a las trompadas en una reyerta hay una pregunta que se impone ante todo: ¿En qué crees y que tan fuertemente crees en ello?
Como todas las grandes preguntas, esta tiene dos filos: opera sobre aquello que quieres defender… y opera sobre ti mismo: ¿Qué puede valer una causa que se defiende como un cavernícola?
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